“Oid mortales el grito sagrado: libertad, libertad, libertad. Oid el ruido de rotas cadenas. Y los libres del mundo responden: Al gran Pueblo Argentino salud!”
La semana se iniciaba con un nuevo aniversario de la Declaración de la Independencia.
Como todo cumpleaños, había que prepararse para festejar.
Es que hay mucho para festejar!
Mucho por que lamentarse también, mucho que cambiar, mucho que recordar y enjuiciar. Pero claramente, hay mucho que festejar. El camino hasta acá ha sido largo y nada fácil…
Durante estos casi 200 años, hemos armado -y desarmado- un país, una cultura, una idiosincrasia.
Muchas almas que armaron, desarmaron, que quedaron en el camino.
Ha pasado tanto…han pasado tantos.
Hoy, somos dueños de posibilidades respecto del pasado. Podemos mirar atrás, analizar, criticar, cambiar y modificar el futuro para nunca más repetir los errores y fatídicas decisiones que otros han tomado.
No por casualidad, días antes a este aniversario, la justicia sancionó a genocidas a ejemplares condenas, dejando claro que la apropiación de niños había formado parte del macabro plan sistemático de exterminio que llevó adelante el Gobierno de facto de la última dictadura militar.
Qué buen modo de empezar la fiesta!!!
Una fiesta, sin embargo, que no debe dejar de tener presente que la lucha hoy no está sólo en juzgar el pasado, sino también en atender al presente, investigando, juzgando y sancionado a todos aquellos que vulneran -en nombre del Estado- los derechos de quienes se encuentran en una mayor situación de vulnerabilidad.
No nos olvidemos de que en la Argentina existen miles de personas privadas de su libertad. Cárceles, neuropsiquiátricos, hospitales, clínicas, centros para menores, etc. están repletos de seres humanos a quienes todos los días se les violan los más básicos derechos. A quienes en la práctica el Estado los ha condenado a mucho más que a perder su libertad ambulatoria.
Un Estado que debe recordar que por ser de Derecho, les debe a estas personas el mayor reconocimiento de tales, implicando el más acabado respeto del derecho a la vida, a la salud, la educación, etc.
Para que estos 200 años no hayan pasado en vano, no debemos olvidar que las cárceles, los neuropsiquiátricos, los centros de menores, son simplemente lugares que causan dolor. Un dolor
espantoso, un encierro calamitoso, una puerta al recrudecimiento de la desigualdad, las injusticias y la violencia.
Qué mejor modo de festejar que el compromiso diario de lograr que la libertad, tan ansiada en 1816, se materialice en la Argentina actual en todos y cada uno de sus rincones, logrando despegar de intereses espurios y excluyentes, concretizando en prácticas los derechos de los postergados y olvidados.
Impidiendo que los muros que nos separan nos alejen, nos independicen. Por el contrario, derribando barreras que obstaculizan que veamos la cantidad de esclavos que tenemos tan cerca.
Luchando por ellos. Buscando su independencia.
Sólo así podremos realmente festejar…
No hay comentarios:
Publicar un comentario