CRITICA PENAL


Bienvenid@s al primer programa de radio para pensar y discutir el sistema penal.

Producido por docentes universitarios, alumnos y periodistas, pretende ser un espacio abierto a la participación colectiva.

Todos los Jueves de 21 a 23hs, por FM 88.7 de la Azotea, Mar del Plata, Argentina
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jueves, 4 de agosto de 2011

Editorial 6º Programa

No quiero morir en esta cárcel. 

Tengo miedo de la noche. No puedo dormir por las noches.


Duermo de día, pero de noche permanezco despierto.

Por la noche siento que me ahogo y que nadie va a escucharme.

Por la noche siento que alguien va a lastimarme y que nadie va a salvarme.

No puedo dormir por las noches.

Duermo de día.

Mi sueño diurno sólo se interrumpe cuando escucho los gritos desesperados provenientes de otras celdas, el ruido del metal de los candados, las voces lejanas de la yuta.

Nadie me visita los días de visita.
No soy de acá. No conozco esta ciudad.

En la periferia del conurbano, Mar del Plata se ve como una maimi lejana, un exótico lugar donde la gente se fotografía con lobos de mar de cemento, donde el sindicato ofrece su hotel a quien tiene su cuota sindical al día. Los que nunca pudimos viajar a esta ciudad, escuchamos historias de vacaciones ajenas, vacaciones de tenedor libre, de cuerpos colorados arrebatados por un sol nuevo.

Yo estoy en Mar del Plata, pero no conozco esta ciudad.

La imagino tras los muros fríos de una prisión vacía de turistas, lejana de playas imposibles, distante de arenas cálidas, ausente de un mar infinito.

Estoy en Mar del Plata, pero nunca vi la ciudad.

La ciudad feliz contrasta la tristeza de esta celda sin cielo.

Me trasladaron aquí sin saberlo. Me subieron a un camión sin destino. Me alojaron en un pabellón sin número. Me nombraron por un apellido sin nombre.

No quiero morir en esta cárcel.

Celda de aislamiento nueve. Pabellón de máxima seguridad. Sector uno de la unidad penal quince.

Escribo en la agonía de mi silencio. Escribo en la soledad de este rectángulo de ausencias. Escribo en la noche eterna de mi vida.

Un tipito vestido de saco y corbata golpeó hoy mi celda. Me asomé por el pasaplatos que me conecta con la realidad. El tipito me preguntó de dónde soy. Y mi nombre y mi causa y mi juez.

Respondí por inercia, acostumbramiento o sumisión, mirando de reojo a los hombrecitos de borceguíes que acompañaban al tipito, a la mujer que tomando apuntes lo custodiaba .

Nunca importa lo que yo diga. Nada va a cambiar este destino.

Los tipitos terminarán sus recorridos burocráticos y volverán a sus casas calefaccionadas a intentar olvidar mi realidad reconciliados con su conciencia tan humanística como hipócrita.
No tenía ganas de hablar de la causa. Sólo le dije que daría lo que no tengo por sentir el viento en mi cara.
Viento frío, arremolinado viento, viento turbulento, viento de mar, violento viento, viento del sur, viento que hace danzar una bolsa vacía por el aire, viento mistral, cálido viento boreal, viento como mago invisible que arrebata los gorros de los caminantes, viento que desploma los carteles en la soledad de la noche del microcentro, viento del este lluvia como peste. El mismo viento que el tipito esquivará cuando se vaya de acá, entrando a protegerse en su camioneta polarizada. Extraño el viento en la cara y extraño el ruido del viento en esta maldita prisión.

No quiero morir en esta cárcel.

Escribo por las noches en una libreta desvencijada.

Tengo las manos congeladas y no siento los pies. Aprieto las manos para que fluya por mi cuerpo la sangre que me permita empezar a escribir.

Escribo: “no quiero morir en esta celda”.

No he sido nunca el dueño de mi vida. Sólo quiero ser yo el dueño de mi muerte.

La pena que cumplo se cuenta por días, meses y años.

La muerte que vivo es una condena perpetua.

Sólo le pido a la muerte, que está cercana, que me habla y quiere venir a buscarme, que me desafía y me provoca, una salida transitoria a este infierno.

Sólo le pido a la muerte, que me dé unos días de ventaja.

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