CRITICA PENAL


Bienvenid@s al primer programa de radio para pensar y discutir el sistema penal.

Producido por docentes universitarios, alumnos y periodistas, pretende ser un espacio abierto a la participación colectiva.

Todos los Jueves de 21 a 23hs, por FM 88.7 de la Azotea, Mar del Plata, Argentina
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miércoles, 21 de abril de 2010

Editorial del Segundo Programa: La Cárcel


Y uno entra y nada de lo que entra con uno sigue siendo igual después de que sale. Ojo que eso pasa sólo si uno se permite ingresar, atravesarla y caminarla mirando más allá de su función explícita: la de albergar a personas que por tal o cual delito deben cumplir una condena entre rejas.

Para lograrlo, basta abrirse y establecer al menos dos canales de observación y análisis. Paralelos, entrelazados, arrimados. Como se quiera. Pero es necesario poder ver un poquito más allá del delincuente.

Antes de fundamentar, resulta vital aclarar que como dijo Eugenio Zaffaroni, ministro de la Corte Suprema de Justicia, gran parte de los presos de las cárceles argentinas cumplen condena por delitos que tienen base en las despolíticas estatales de este país y en las cajas oficiales que no invierten en educación, ni en salud, ni en futuro. En el copio y pego de lógicas y soluciones extranjeras que pueden funcionar en sus territorios, pero no en los nuestros, porque tienen otra historia, otra recorrida y realidad.

Con esto no es que estemos defendiendo a homicidas o chorros. O que no nos pongamos en la piel de quien sufrió un robo, un asalto o la pérdida de un ser querido. Intentamos –simplemente- abrir un debate más amplio, porque las condenas, una vez cumplidas, garantizan el regreso de la persona encerrada al exterior. Y para eso, y para evitar la reincidencia, tenemos que discutir un poco más a fondo el desempeño y función de la cárcel.

Las unidades penitenciarias están para castigar a quien irrumpe la paz social. Es allí donde deben pagar por su “pecado” y sentirse miserables, culpables o desechables. Quizás por eso es que todo esté montado para que percibirse cucaracha no sea tan difícil o al menos tan complejo.

El aire cambia y se corta. Un olor muy fuerte, mezcla de transpiración, comida rancia y perfume masculino, nos da la pauta que el afuera ya está lejos; que con la libertad nos dividen varios metros de rejas y vidrios, de guardias y cuidapresos. La cuenta regresiva, siempre ligada a la asfixia, nos deja sin opciones: no hay otra que percibir al ser humano más allá del delincuente.

Cuando eso ocurre, ciento de preguntas de tinte ingenuo despiertan a las mentes y también a los cuerpos. ¿Utilizan a la mugre como método de castigo? Porque sino no se explica que las moscas y los roedores decoren la mayoría de los rincones de la cárcel. ¿Cuánto más guardado y encerrado esté el delincuente, más grado de culpa y remordimiento tendrán y mayor será su reflexión por el hecho cometido? Porque sino no se entiende que un tipo esté encerrado en un buzón que está dentro de un pabellón que a su vez integra un ala mayor que forma parte de otra subdivisión superior que conforma a la unidad y del que no salen a no ser que sean pesados o que tengan buena conducta. ¿Apelarán a la denigración humana para saldar deudas sociales? Porque sino resulta irracional que falten colchones, que no estén garantizadas al menos las mínimas condiciones de higiene y sanidad y que los médicos escaseen tanto como el aire en ese lugar.

¿Será la violencia la mejor manera de contestar y castigar a una persona?

¿Será la cárcel, en sí misma, el método violento de castigo?

¿Será la humillación y el vaciamiento la mejor forma de trabajar por la reinserción?

En fin, ¿No será el Servicio Penitenciario el espacio que engendra y motiva una violencia que luego muta y se convierte, ira mediante, en un delito?

Recorrer la cárcel y ver a la persona más allá del delincuente, pone en jaque a la arbitrariedad del poder penitenciario y estatal, que siempre lejos y entre rejas se cultiva a montones y se ejecuta en silencio.

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