21 de junio de 2012
El móvil policial 40160 frena en Avenida Polonia y 12 de Octubre. Dos funcionarios policiales se bajan, uno de ellos fuera de sí, como loco. Le ponen las esposas, cargan la bicicleta en el baúl. Van hasta Juan B. Justo y 214, donde se suma otro movil policial. Los policías ya son cuatro, ya tienen a la presa. Frenan. Se bajan. Comienzan a golpearlo. En medio de la faena, un automóvil particular interrumpe la labor. Se vuelven a subir al patrullero y, de los pelos, suben a la presa con ellos. Se internan en el Monte Ronner, buscan privacidad para la tarea que les espera.
A sus 16 años, Cristian ya conoce de desocupación, hambre y miseria. Ya sabe como se mueven los agentes de la Maldita Policía. Saluda a su hermano, se sube a su bicicleta y va hasta el Polirrubro que queda a una cuadra de su casa: tiene que comprar pañales al nuevo integrante de su familia. Tiene, también, que empezar a practicar: pronto llegará el bebé que espera su pareja, Karina.
Cuando llegan al Monte Ronner, el policía le pega con una mano mientras con la otra sostiene la Itaka. La presa ya esta a su disposición, dominada, sólo es cuestión de ejercer ese poder con tranquilidad, fuera de la mirada de los curiosos. Lo bajan del patrullero, de los pelos. Se internan en el descampado. Lo golpean. Le retiran las esposas. Lo atan con las manos en la espalda con el cinturón que llevaba puesto, para que no quedasen rastros de la participación policial.
La familia comenzó a preocuparse. Hablaron con los pibes del Barrio, a ver si estaba con ellos mandando alguna. Se comunicaron con Karina, su pareja, para ver si estaba con él, quizá disfrutando la panza que estaba a punto de dar a luz. Nadie lo había visto. Nadie sabía nada de él. Fueron hasta la Comisaría, donde con sorna los policías que los atendieron fueron contundentes: "¿Cristian Campos? Acá no hubo ni hay nadie detenido con ese nombre". ¿Qué pasó? se preguntaba José, el papá de Cristian. ¿Cómo puede ser que haya salido al kiosco y no haya vuelto?
El 9 de Marzo de 1996, en el Monte Ronner, apareció el cuerpo maniatado de Cristian. Le habían pegado tres tiros con una Itaka, mientras estaba tirado en el piso, atado e indefenso. Habían incinerado su cuerpo para que no quedasen rastros. Pero era él. Era Cristian, el Chavo Campos, quien tuvo la mala suerte de ser la primera víctima de un caso de Gatillo Facil comprobado en nuestra ciudad.
En el juicio en que se condenó a los autores de la muerte de Cristian Chavo Campos por la privación ilegal de la libertad y las torturas seguidas de muerte a que lo sometieron, uno de los imputados intentó justificarse diciendo que la intención de su accionar había sido intimidarlo, para que confesase los hechos que le imputaban los policías. En los fundamentos de la sentencia, los jueces dijeron que el joven Cristian había soportado un intenso sufrimiento psíquico antes de morir, por la situación en que se encontraba. Uno de los jueces fue más allá, y utilizó la primera persona en su fundamentación, algo no muy común en las sentencias judiciales: "Pienso en el horror que debió padecer la víctima", dijo el Dr. Fissore, dejando sentado con ello lo inhumano del trato brindado, la maldad del hecho cometido, la gravedad de la complicidad institucional que permitió la muerte de este joven marplatense.
La gráfica expresión "gatillo fácil", lanzada por primera vez por el abogado Leon Toto Zimmerman tras el asesinato del joven Miguel Brú, denomina las ejecuciones sumarísimas, sin ningún tipo de proceso previo, que configuran la aplicación por parte de la policía de una verdadera pena de muerte extra-legal. Se trata de "pseudoenfrentamientos" en los que se distinguen dos etapas sucesivas en la perpetración del delito: el fusilamiento propiamente dicho, y el posterior encubrimiento. Según los relevamientos realizados por CORREPI, acrónimo que deriva de la apelación "Corré, Pibe", entre el año 2000 y 2011, hubo 2725 víctimas de esta pena extrajudicial, la mayoría de ellas jovenes morochos y pobres del Conurbano bonaerense.
"Chavo Campos somos todos", decían los amigos y familiares de Cristian cuando exigían justicia, tratando con esta consigna de evidenciar que las víctimas del Gatillo Fácil no son sólo quienes lo sufren, sino la Sociedad toda, que ve cómo las Fuerzas que debieran protegerla se arrogan el derecho a dar muerte a los sospechosos, a quienes ellos sindican como enemigos, como lacra a erradicar.
En los últimos días, y tras el asesinato de Maximiliano Villaroel en un suceso ocurrido el día viernes en nuestra ciudad que, sin perjuicio de lo que de la necesaria Investigación se concluya, respondería a los patrones que identifican al Gatillo Fácil, sectores vinculados con las fuerzas policiales y la mano dura han exigido la libertad del imputado del Homicidio. Estos sectores justifican el asesinato por la espalda, con un tiro en la nuca y sin que hubiese rastros de un enfrentamiento, en los "frondosos antecedentes" que la víctima tenía, y en la necesidad de acabar con quienes generan la inseguridad. Pretenden legitimar, de este modo, una práctica policial cada vez más reiterada: primero tirar, después preguntar.
Resulta sumamente grave la proliferación de discursos de este tenor. Los antecedentes de la víctima no justifican su fusilamiento. Las fuerzas policiales deben prevenir la comisión de delitos, y poner a disposición de la Justicia a sus autores. La superioridad ética del Estado debe imponerse en el accionar de todas las agencias que conforman el Sistema Penal.
Disputar el sentido con que se enfoca la Seguridad ciudadana es uno de los objetivos que nos convoca a hacer Crítica Penal. Desde el primer programa insistimos en la necesidad de construir un sistema carcelario, unas fuerzas de seguridad y un poder judicial respetuosos de los derechos y garantías que tenemos todos los ciudadanos, y cuyo respeto es necesario para la construcción de una sociedad cada día más justa y libre.
Hoy, nueva y desafortunadamente, tenemos que volver a repetir: no queremos una policía provincial, ni políticas gubernamentales, que estigmaticen, persigan, disparen, encarcelen y maten a nuestros pibes. Basta de Violencia Institucional. Basta de Gatillo Fácil.
A sus 16 años, Cristian ya conoce de desocupación, hambre y miseria. Ya sabe como se mueven los agentes de la Maldita Policía. Saluda a su hermano, se sube a su bicicleta y va hasta el Polirrubro que queda a una cuadra de su casa: tiene que comprar pañales al nuevo integrante de su familia. Tiene, también, que empezar a practicar: pronto llegará el bebé que espera su pareja, Karina.
Cuando llegan al Monte Ronner, el policía le pega con una mano mientras con la otra sostiene la Itaka. La presa ya esta a su disposición, dominada, sólo es cuestión de ejercer ese poder con tranquilidad, fuera de la mirada de los curiosos. Lo bajan del patrullero, de los pelos. Se internan en el descampado. Lo golpean. Le retiran las esposas. Lo atan con las manos en la espalda con el cinturón que llevaba puesto, para que no quedasen rastros de la participación policial.
La familia comenzó a preocuparse. Hablaron con los pibes del Barrio, a ver si estaba con ellos mandando alguna. Se comunicaron con Karina, su pareja, para ver si estaba con él, quizá disfrutando la panza que estaba a punto de dar a luz. Nadie lo había visto. Nadie sabía nada de él. Fueron hasta la Comisaría, donde con sorna los policías que los atendieron fueron contundentes: "¿Cristian Campos? Acá no hubo ni hay nadie detenido con ese nombre". ¿Qué pasó? se preguntaba José, el papá de Cristian. ¿Cómo puede ser que haya salido al kiosco y no haya vuelto?
El 9 de Marzo de 1996, en el Monte Ronner, apareció el cuerpo maniatado de Cristian. Le habían pegado tres tiros con una Itaka, mientras estaba tirado en el piso, atado e indefenso. Habían incinerado su cuerpo para que no quedasen rastros. Pero era él. Era Cristian, el Chavo Campos, quien tuvo la mala suerte de ser la primera víctima de un caso de Gatillo Facil comprobado en nuestra ciudad.
En el juicio en que se condenó a los autores de la muerte de Cristian Chavo Campos por la privación ilegal de la libertad y las torturas seguidas de muerte a que lo sometieron, uno de los imputados intentó justificarse diciendo que la intención de su accionar había sido intimidarlo, para que confesase los hechos que le imputaban los policías. En los fundamentos de la sentencia, los jueces dijeron que el joven Cristian había soportado un intenso sufrimiento psíquico antes de morir, por la situación en que se encontraba. Uno de los jueces fue más allá, y utilizó la primera persona en su fundamentación, algo no muy común en las sentencias judiciales: "Pienso en el horror que debió padecer la víctima", dijo el Dr. Fissore, dejando sentado con ello lo inhumano del trato brindado, la maldad del hecho cometido, la gravedad de la complicidad institucional que permitió la muerte de este joven marplatense.
La gráfica expresión "gatillo fácil", lanzada por primera vez por el abogado Leon Toto Zimmerman tras el asesinato del joven Miguel Brú, denomina las ejecuciones sumarísimas, sin ningún tipo de proceso previo, que configuran la aplicación por parte de la policía de una verdadera pena de muerte extra-legal. Se trata de "pseudoenfrentamientos" en los que se distinguen dos etapas sucesivas en la perpetración del delito: el fusilamiento propiamente dicho, y el posterior encubrimiento. Según los relevamientos realizados por CORREPI, acrónimo que deriva de la apelación "Corré, Pibe", entre el año 2000 y 2011, hubo 2725 víctimas de esta pena extrajudicial, la mayoría de ellas jovenes morochos y pobres del Conurbano bonaerense.
"Chavo Campos somos todos", decían los amigos y familiares de Cristian cuando exigían justicia, tratando con esta consigna de evidenciar que las víctimas del Gatillo Fácil no son sólo quienes lo sufren, sino la Sociedad toda, que ve cómo las Fuerzas que debieran protegerla se arrogan el derecho a dar muerte a los sospechosos, a quienes ellos sindican como enemigos, como lacra a erradicar.
En los últimos días, y tras el asesinato de Maximiliano Villaroel en un suceso ocurrido el día viernes en nuestra ciudad que, sin perjuicio de lo que de la necesaria Investigación se concluya, respondería a los patrones que identifican al Gatillo Fácil, sectores vinculados con las fuerzas policiales y la mano dura han exigido la libertad del imputado del Homicidio. Estos sectores justifican el asesinato por la espalda, con un tiro en la nuca y sin que hubiese rastros de un enfrentamiento, en los "frondosos antecedentes" que la víctima tenía, y en la necesidad de acabar con quienes generan la inseguridad. Pretenden legitimar, de este modo, una práctica policial cada vez más reiterada: primero tirar, después preguntar.
Resulta sumamente grave la proliferación de discursos de este tenor. Los antecedentes de la víctima no justifican su fusilamiento. Las fuerzas policiales deben prevenir la comisión de delitos, y poner a disposición de la Justicia a sus autores. La superioridad ética del Estado debe imponerse en el accionar de todas las agencias que conforman el Sistema Penal.
Disputar el sentido con que se enfoca la Seguridad ciudadana es uno de los objetivos que nos convoca a hacer Crítica Penal. Desde el primer programa insistimos en la necesidad de construir un sistema carcelario, unas fuerzas de seguridad y un poder judicial respetuosos de los derechos y garantías que tenemos todos los ciudadanos, y cuyo respeto es necesario para la construcción de una sociedad cada día más justa y libre.
Hoy, nueva y desafortunadamente, tenemos que volver a repetir: no queremos una policía provincial, ni políticas gubernamentales, que estigmaticen, persigan, disparen, encarcelen y maten a nuestros pibes. Basta de Violencia Institucional. Basta de Gatillo Fácil.
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