Cuando
la represión se desató, hacía ya 4 meses que más de 200
integrantes de la Comunidad Qom La Primavera estaban apostados en la
ruta 86, en la provincia de Formosa, para reclamar por sus tierras
comunitarias y su personería jurídica. A plena luz del día, el
Pueblo Qom sufrió el embate. Los tobas Roberto López y Sixto Gómez,
dejaron de existir en manos de la policía formoseña, al igual que
un uniformado de la misma fuerza.
21
días antes de estos hechos, la presidenta de la Nación, Cristina
Fernández de Kirchner había firmado el Decreto de Necesidad y
Urgencia que, entre otras cosas, estableció por primera vez en
nuestro país al 12 de octubre como el Día del Respeto a la
Diversidad Cultural, reemplazando así al mal llamado Día de la
Raza.
Tras
las muertes en Formosa y ante la indiferencia generalizada, el
reclamo indígena se trasladó a la ciudad de Buenos Aires en forma
de acampe. Asentados en la intersección de la avenida 9 de julio y
Avenida de Mayo, solicitaron una audiencia con la Primera Mandataria
para solucionar el conflicto territorial.
5
meses tuvieron que esperar para que el líder de la comunidad, Félix
Díaz, fuera recibido por el Ministro del Interior, Florencio
Randazzo, en la Casa Rosada.
Hace
pocos días, en el mismo lugar donde se encontraba el campamento Qom,
representantes de comunidades de Jujuy reclamaron por sus tierras.
La policía Federal intentó desalojarlos a fuerza de gases, camiones
hidrantes y golpes.
En
julio,
más
de 900 personas, delegadas de 86 pueblos y organizaciones originarias
campesinas de Jujuy, Salta y otras provincias cortaron la ruta
nacional 52, a la vera de las Salinas Grandes, para expresar un
fuerte rechazo a los proyectos de minería de litio a gran escala y
exigir la entrega de los títulos comunitarios de las tierras que les
pertenecen.
A
finales del mes pasado, 10 comunidades wichís mantenían una
protesta
al este de la ruta nacional 34, frente a la ciudad de General
Mosconi, en la provincia de Salta, ya que la exclusión de estos
pueblos originarios ha llevado a la muerte por desnutrición de niños
y al envenenamiento por los químicos que
arrojan los aviones cuando fumigan la soja.
Unos
200 aborígenes de pueblos kolla de Jujuy cortan desde el lunes las
rutas nacionales 9 y 52, en Purmamarca, por la devolución de tierras
que consideran de propiedad ancestral.
Estos
son algunos casos. Unos pocos acontecidos en el último tiempo, que
lograron sortear la barrera de la indiferencia mediática y en
general, sólo en publicaciones de la zona o en medios alternativos
de comunicación.
Las
respuestas a los reclamos de los pueblos originarios no han tenido
continuidad desde la esfera política ni judicial. Surgen, otra vez,
los ejemplos aislados, como el sobreseimiento de una pobladora
mapuche, de 52 años, quien con intención de proteger un bosque de
cipreses sagrados para la Comunidad de los Huaytekas, ubicada en El
Foyel, impidió la circulación por un camino vecinal a
representantes de una empresa petrolera.
También
se vislumbró como un voto de confianza en la justicia de Chubut el
fallo a favor de la comunidad mapuche Santa Rosa Leleque, emitido a
principios del mes pasado, mediante el cual un juez desestimó un
desalojo solicitado por los multimillonarios Benetton. No obstante,
aun queda pendiente que se levante la medida cautelar que tiene la
comunidad, la cual les prohíbe hacer modificaciones en el lugar.
Las
comunidades, que bregan por el reconocimiento de sus derechos como
pueblos preexistentes al Estado, sufren el exilio en su propio suelo:
sin tierra, sin agua, sin recursos, sin justicia.
Ya
lo dijo Eduardo Galeano, en su artículo “Ser como ellos”: Los
indios, víctimas del más gigantesco despojo de la historia
universal, siguen sufriendo la usurpación de los últimos restos de
sus tierras, y siguen condenados a la negación de su identidad
diferente.
Se les sigue prohibiendo vivir a su modo y manera, se les sigue negando el derecho de ser. Al principio, el saqueo y el otrocidio fueron ejecutados en nombre del Dios de los cielos. Ahora se cumplen en nombre del dios del Progreso.
Sin embargo, en esa identidad prohibida y despreciada fulguran todavía algunas claves de otra América posible. América, ciega de racismo, no las ve.
Se les sigue prohibiendo vivir a su modo y manera, se les sigue negando el derecho de ser. Al principio, el saqueo y el otrocidio fueron ejecutados en nombre del Dios de los cielos. Ahora se cumplen en nombre del dios del Progreso.
Sin embargo, en esa identidad prohibida y despreciada fulguran todavía algunas claves de otra América posible. América, ciega de racismo, no las ve.
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