Un conductor
que suele caer de “la cornisa” de la ética periodística, escribe que
miles de padres de clase media y media alta, han empezado a fantasear
con la idea de contratar seguridad privada para sus hijos una vez que
crucen la puerta de la casa hacia la calle. Vender miedo es más
redituable que lo que paga cualquier auspiciante.
Un movilero
que porta un micrófono nueve milímetros, dispara con premeditación y
alevosía contra una madre desesperada, anunciándola como posible
“entregadora de su hija”. El agente cero cero siete de los movileros
exhibe orgulloso en la guardia periodística su Licencia para Matar.
Un panelista
que ejerce el Terrorismo Informático desde su trinchera levantada en
base a una Maestría en Opinología afirma que posiblemente la muerte de
la joven le haya permitido salir del Infierno. Sí: la muerte como
purgatorio, la muerte como el cielo, la muerte como un lugar mejor que
la vida. En definitiva, la muerte como mercancía.
Un contador de chimentos
de amoríos de la farándula, elabora un programa de Política Criminal
mientras testea siliconas detrás de bambalinas; propone una reforma que
aumente penas al Código Penal mientras exhibe una Cámara Oculta que
ventila las preferencias sexuales de un famoso registradas en un ámbito
de intimidad.
Un policía
expulsado de la fuerza acusado de torturas y apremios ilegales es
absuelto por la luz roja de una cámara televisiva, que lo eleva a la
condición de experto en la materia por la intervención de un pasante del
canal que escribe en la placa del videograph su carácter de consultor
ilustrado.
Un abogado
encerado y lustrado, empotrado en un traje Armani, impedido de
concretar movimientos faciales debido a su adicción a los quirófanos
reconstructores, atiende su estudio jurídico desde un set televisivo
mientras discute teoría del delito con la más bonita participante de
Gran Hermano.
Un defensor
de la corporación mediática devenido en fiscal de la instituciones
públicas, rechaza las críticas que se formulan al periodismo por el
tratamiento de la noticia, sosteniendo que es “injusto que se mate al
mensajero”.
Mensajero es quien transporta un mensaje, recado, despacho o noticia a alguien.
O sea, no interviene más que en el transporte. Nada más lejos del periodismo y, mucho más, de los medios.
Aunque
muchos de los que hablan en los medios de comunicación se asemejan a la
actividad de un cartero a sobre abierto: elige el mensaje, lo escribe,
cierra el sobre y lo entrega, por un pago.
Dice
Raúl Zaffaroni que la criminología mediática es la construcción social
de la realidad acerca del fenómeno criminal que hoy domina en el mundo y
condiciona la política, mostrando que el único riesgo físico que
corremos es la criminalidad reconstruida como Satán, el enemigo.
En este contexto, miramos las piezas sin comprender las jugadas del tablero de un ajedrez macabro, en el que en definitiva se juega el destino de todos.
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