Los jóvenes tienen una capacidad extraordinaria de cambiar, crecer y madurar… dicen.
Maravillosa capacidad ésta.
¿Cómo no recordar esos días?...únicos y escalofriantes a la vez…
Es que en ese entonces, fuimos personas en busca de identidad, buscando sentido a lo que nos rodeaba, tratando de encontrar lo que creíamos buscar...
Seres en un constante descubrir y descubrirnos, conociendo el mundo, tomando una posición frente a él, buscando placeres y rechazando realidades; atravesando años de cambios, exabruptos, transformaciones, elecciones y repudios constantes; contrastes… existencialismo puro…
Un momento en el que muchas veces siquiera logramos reconocernos a nosotros mismos, en el que los gustos, elecciones y deseos cambian constantemente… Un momento en el que nos construimos a cada instante, donde todo es “ahora y acá”, el mañana es muy lejano y la adultez un horizonte difícil de representarse… nunca vamos a ser viejos.
La llaman “adolescencia”. Con este funesto término marcan que algo falta…que no se está completo… que se dejó de ser un niño y que no se es un adulto aún, y que simplemente se está en el medio de ambos, en una zona gris repleta de baches… repleta de incomprensión…
¿Podemos entonces hacer un reproche perpetuo a quien actuó en este momento de cambio y transformación? ¿Podemos castigar de por vida a quien, siendo joven, se equivocó, por más grave que sea el hecho cometido?
Basta para responder esto mirar atrás… vernos en ese momento, tratar de reconocernos en ese joven incomprendido, que se presentaba tan seguro de sí mismo, pero en sus entrañas repleto de miedos y dudas que encogían su ser. Debe bastar con acordarnos de nuestros errores, equivocaciones y actitudes para ver que ha sido mas frecuente pifiarla que acertar en aquellos años…
Matías Mendoza, César Mendoza y Claudio Núñez se equivocaron. Eran jóvenes y se equivocaron. Un terrible error por estos días…
Terrible porque este país no perdona a los jóvenes que se equivocan, mucho menos si provienen de determinados barrios, grupos o sectores carenciados. Para ellos no hay perdón, no existe la clemencia que han tenido adultos autores de las más terribles y masivas atrocidades en nuestra historia… Para ellos no. Son enemigos y acechan en todas partes; nada les importa y te matan por cualquier cosa… En estos días que corren, los errores de estos jóvenes se pagan, y del peor modo.
Es que del peor modo están pagando sus errores estos tres jóvenes a quienes el Tribunal de Casación comenzó a devolverles un poco de la justicia que tienen merecida esta semana… solo un poco de luz en tanta oscuridad.
Pero pensando en equivocaciones, ¿No ha sido peor el error de quienes ya adultos, profesionales y experimentados, los juzgaron y condenaron por los delitos cometidos durante su adolescencia a penas perpetuas? No puede quedarnos la menor duda de que estos jóvenes tienen la vida como castigo, en el decir de Cesaroni…
Sus madres dijeron en 2003, al por entonces presidente, que querían justicia, que deseaban que nuestro país respete los derechos humanos…
Ojalá a partir de la sentencia de estos días, comience a devolverse vida a estos tres hombres a los que un Poder Judicial, que de justo tuvo poco, les robó mucho más que su juventud…
No hay comentarios:
Publicar un comentario