CRITICA PENAL
Bienvenid@s al primer programa de radio para pensar y discutir el sistema penal.
Producido por docentes universitarios, alumnos y periodistas, pretende ser un espacio abierto a la participación colectiva.
Todos los Jueves de 21 a 23hs, por FM 88.7 de la Azotea, Mar del Plata, Argentina
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martes, 9 de noviembre de 2010
Editorial Programa 25. Derecho a la vivienda, usurpación y desalojos.
Por la mañana: cielo despejado o algo nublado y vientos moderados a regulares del sector norte. Por la tarde noche: nubosidad en aumento. Probabilidad de chaparrones y algunas tormentas hacia la noche. Vientos regulares del noroeste. La temperatura mínima será de 15 grados y la máxima de 27.
Así anunciaban el desarrollo de la jornada desde la oficina del servicio meteorológico nacional. A las 9 de la mañana, el pronóstico se cumplía a la perfección. Por la tarde, el panorama cambió para un sector alejado del centro de la ciudad: los chaparrones se convirtieron en lluvia; en lluvia de balas de goma y piedras. La nubosidad se hizo notoria en forma de gas lacrimógeno y los vientos, desde todas las direcciones, ayudaron a levantar el polvo de las corridas.
Pero temprano, antes del caos, un alambrado perimetraba la ilusión. La organización colectiva y comunitaria había permitido construir un sueño, que no nació a partir de una idea innovadora sino de la necesidad insatisfecha, de la desesperación, de la fuerza del que no se resigna. El Estado ausente, la desidia, la falta de interés en hacerse responsable de aquellos que se quedaron sin oportunidades, son los antecedentes de la lucha. La toma de viviendas, la recuperación de complejos habitacionales en construcción abandonados por los gobiernos, el transcurso de la misma y el desalojo, un fantasma que la acecha a diario, hasta que se hace carne.
Y el relato continúa con una tensa calma flotando en el aire. Ese día que se pronosticaba tan agradable, comenzó a tornarse sombrío con la llegada de las fuerzas policiales, salvajes protagonistas de estos escenarios. La negociación fracasó. Pero nadie imaginaba lo que se desataría minutos después.
Con particular emoción, los efectivos –que superaban exageradamente en número a los manifestantes y los integrantes de las familias- se repartían los cartuchos antimotín, como chicos que se abalanzan sobre el piso al explotar una piñata.
La orden de desalojo fue leída por un lamentable personaje, casi de ficción, mediante el uso de un megáfono. A su término, los efectivos derribaron el primer cordón humano que pretendía impedir el avance sobre el predio ocupado por una gran cantidad de familias.
Se desataron las corridas y las primeras detenciones. Una chica era sostenida por sus extremidades por cuatro policías. No se dejaba y la arrastraban de los pelos por la tierra. Los gritos y el ruido de los disparos retumbaban en todas partes.
El ingreso al complejo de viviendas se materializó. Las piedras empezaron a volar y la violencia ejercida por los oficiales se mantenía en su máximo esplendor.
Después, más persecución por las inmediaciones de la zona, llevada adelante por la caballería y personal policial con perros rottweiler.
Los pájaros huían en bandada, al igual que la gente. En medio del desastre, un chico de no más de 20 años, empapado en lágrimas buscaba a su novia y su bebé, pero un oficial le trababa el paso, a pesar de los ruegos.
Mientras tanto, los celulares de la policía se iban llenando de detenidos. La mayoría fueron golpeados, la sangre producto de algún palazo, les manchó la ropa y son subidos a empujones.
Lo que sí, no hay discriminación: adentro hay adolescentes, adultos, periodistas, abogados, integrantes de movimientos sociales y ocupantes del predio.
Después de la bronca, el llanto, las peleas, las corridas, las balas de goma, los gases lacrimógenos y la indignación, llega el silencio. Un paisaje desolado, con vestigios de la barbarie. Restos de cubiertas quemadas, de cartuchos. El olor a pólvora. Los ojos rojos, hinchados, incrédulos. La incertidumbre.
Las escenas de la brutal represión se ven por la televisión, se leen en los diarios y se escuchan al sintonizar las radios. Se repiten en distintas ciudades del país. Muchas veces, al observar, parece que todo esto se desarrolla en parajes lejanos, donde el mundo es otro, donde a uno no le toca, donde a uno no lo espanta, donde a uno no le duele. Horroriza un minuto y al siguiente se olvida.
No obstante, si nos percatamos por un instante, vale la pena mantener en nuestras memorias que “la dignidad no se desaloja” y que “las luchas se ganan, porque son justas”.
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