Editorial Programa 22. Educación en Cárceles.

La intriga de cómo era “la cárcel” me surgió en la secundaria. Un profesor, docente de la unidad 15 de batan, nos contaba en su clase de física como era la educación dentro del penal. Me resultaba tan difícil de entender las formulas como las escenas surrealistas que describían la vida de un preso.
El día llego, la noche previa no pude dormir casi de la intriga. La única referencia que tenia de una cárcel, era algún que otro programa que muestra la vida dentro de los muros en forma de Realtiy show. Se me vino a la cabeza las frases que comúnmente escucho de los presos. “no tienen solución”, “el que mata debe morir”, “Si violas te la corto”.
Ni bien entramos al penal, sentí frío; los corredores desolados; algunos vidrios rotos; la luz tenue de un día nublado; los guardias serios. A medida que nos acercábamos al aula, la luz aumentaba. Cruzamos varias rejas, grises y oxidadas, que al abrirse rechinaban retumbando en las paredes. Encontramos algunos internos que saludaban amablemente. De pronto, veo un cartel que indicaba que detrás de esa puerta se estudiaba. Era el aula.
No había ningún guardia custodiando esa entrada, y la puerta no tenia candado. Pero sin embargo al tratar de abrir la puerta costo un poco por que estaba hinchada. Eso me dejo pensando.
La sensación que sentí tras entrar al aula es indescriptible, por más esfuerzo que hago en tratar de plasmar esa sensación al papel es inútil. Escribo, borro y vuelvo a escribir. Pero no puedo rearmar esa situación.
Entramos, nos saludamos, algunos conversaban mientras yo miraba detalladamente el lugar. No podía salir del asombro de cómo había cambiado el clima. La luz clara, el sentir un lugar mas acogedor. Todo lo contrario a esos corredores, grises, oscuros y fríos. Era como estar fuera de los muros, pero dentro de ellos. De a poco todos nos fuimos sentando, el mate empezó a rodar. Las palabras comenzaron a salir.
“Para nosotros es difícil estudiar en un contexto de encierro” dijo uno de los internos. A partir de ahí me genero curiosidad el termino “contexto de encierro” que lo implementaban mucho, para referirse al estado en que se encontraban.
Cada uno contaba su historia, cuantos años le faltaba, qué estudiaban. Algunos terminaban el secundario otros se preparaban para rendir alguna materia de la carrera de derecho. Pero todos tenían algo en común, ver al estudio como forma de transformar su realidad, y construir una mejor.
Cada vez me sentía más cómodo. Era como un aula normal, no sentía las rejas frías, no sentía los muros enormes que dividían la libertad del encierro. Pero sobre todo no sentía diferencia entre ellos y nosotros.
La visita transcurrió y de a poco fuimos terminando, nos saludamos, pero sabiendo que no era la ultima vez que nos íbamos a ver. Caminando de regreso a la libertad en mi cabeza sonaba algunas frases que expresaron en la ronda de cierre “Quiero ver a mis hijos, quiero comer un asado, estar con mi familia” esos deseos anhelados que formaban parte de un incentivo para cambiar.
¿Pero que función y que importancia tiene la educación en ese lugar, en ese renombrado contexto de encierro? ¿Cuáles son las dificultades que tiene para estudiar? ¿Cómo es que logran sentirse libres, pese a estar tras las rejas? Con estas preguntas me fui, aunque estas preguntas ellos me las contestaron. Hoy lo que resuena en mi cabeza, es que, en la cárcel la palabra educación se resignifica. En la cárcel la educación es libertad.