CRITICA PENAL


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Todos los Jueves de 21 a 23hs, por FM 88.7 de la Azotea, Mar del Plata, Argentina
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martes, 6 de julio de 2010

Editorial del Programa 11. Especial Noche de las Corbatas



El estudio jurídico vacío.
La única ventana que durante el día ilumina la oficina del abogado, tiene su persiana baja, para que el frío de la noche evite colarse en los recovecos de ese ámbito de trabajo.
Los tomos de doctrina y jurisprudencia, prolijamente acomodados en los estantes de una biblioteca que sirvió de inspiración para elaborar los escritos que proponían el litigio en defensa de los trabajadores.
El escritorio, inmóvil. La lámpara todavía encendida, iluminando las carpetas de juicios que ya no lo tendrán como el batallador letrado que los abogados de los patrones detestaban enfrentar.
Sobre el escritorio, un proyecto de reforma a la Ley de Trabajo, un artículo escrito de su puño y letra con propuestas al Convenio Colectivo de Trabajo, un borrador con modificaciones al procedimiento laboral en la Provincia de Buenos Aires, un bosquejo de actividades para el Sindicato.
También sobre el escritorio, como una vía de escape a tantos papeles, un portarretratos con la foto de su hija.
Junto al escritorio, una mesa de madera, con una de sus cuatro ruedas quebradas, sirve de base para la máquina de escribir Olivetti, el arma que prepara los escritos que disparan las palabras que penetran como balas en los cuerpos indolentes de los empresarios del terror. De los que necesitan otras armas, para silenciar estas verdades.
La máquina de escribir ya no dialogará con su compañero de batalla. La palanca de carro libre, que tantas veces el abogado accionaba ansioso para continuar escribiendo en un instante de inspiración creativa; la tecla espaciadora casi deformada de tantas veces que el abogado la apretaba con el dedo pulgar; el tabulador que el abogado regulaba para cumplir las formas simétricas de los escritos judiciales.
La hoja de dimensiones preestablecidas, atrapada en el rodillo, entre fijadores de papel, con la cinta entintada marcando los caracteres que se traducen en la defensa de los derechos sociales de un trabajador. La hoja con el escrito empezado que ya nunca será terminado.
El abogado había salido de su estudio jurídico en una noche fría de julio, iba a tomar un café con un amigo, un café de parado en el mismo bar céntrico de siempre, una parada en la ardua jornada de trabajo.
En ese momento, los pasos por la espalda, el grito certero: “Alto, Ejército Argentino”.
Aquel invierno en Mar del Plata hizo más frío que de costumbre. Se congelaron las almas y los corazones de quienes luchan por una sociedad diferente.
Aquel invierno las corbatas se mancharon de sangre y las botas pisaron con toda su dureza homicida los sueños de aquellos abogados que bregaron por un mundo mas justo.
¿Que subversivo puede ser el ejercicio de abogar por los que menos tienen?
El resto es historia conocida, historia del dolor y del espanto, escrita en tenebrosos calabozos, en centros clandestinos de detención, a los que se llegaba con los ojos vendados, se trascurría entre sesiones de torturas, se soportaba hasta que las descargas eléctricas de las picanas entrecortaban las palabras y destrozaban los cuerpos.
En el estudio jurídico, el silencio se instala como testigo de la ausencia.
Ya no se escuchan las voces que durante la mañana elaboraron ideas, discutieron estrategias, despertaron risas y promovieron proyectos.
Sin embargo, esos tonos de voz, esos timbres graves y agudos, esas sonoridades, no se olvidan, resuenan insurgentes con el paso de los años.
El nombre ‘La Noche de las Corbatas’ surge de los mismos guardias en la noche en que llevaron a los abogados decían “¿qué es esto? Esto es la noche de las corbatas. Los que administramos justicia ahora somos nosotros”
¿Sabrán esos guardias que no lograron matarlos? Que no hay tortura posible que conmueva las convicciones. Que no hay fusilamiento alguno, que aniquile las ideas.
Que aquéllos abogados desaparecidos están presentes hoy en cada estudiante de Derecho, en cada abogado particular, en cada empleado judicial y en cada funcionario que sueña, cada mañana, en cambiar el mundo un caso a la vez, mientras, frente al espejo, se ajusta el nudo de la corbata.

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