CRITICA PENAL
Bienvenid@s al primer programa de radio para pensar y discutir el sistema penal.
Producido por docentes universitarios, alumnos y periodistas, pretende ser un espacio abierto a la participación colectiva.
Todos los Jueves de 21 a 23hs, por FM 88.7 de la Azotea, Mar del Plata, Argentina
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martes, 8 de junio de 2010
El Puente atraviesa el Riachuelo que divide la Capital Federal del Partido de Avellaneda.
1200 metros de longitud, dos calzadas laterales de 15 metros de ancho separadas por un cantero central y dos veredas peatonales de 2,60 metros de ancho cada uno.
El Puente eleva a quienes lo atraviesan a 10 metros sobre el nivel máximo de las aguas.
El corte del Puente Pueyrredón queda a cargo de una de las cuatro organizaciones sociales que marchan en la fría mañana de sol de junio. Se pide un aumento para los subsidios de 150 a 300 pesos, se pide por el pago de planes sociales caídos, se pide por la creación de un programa alimentario y por el desprocesamiento de los militantes con causas abiertas por cortar rutas.
Desde el puente se ve mejor el excesivo despliegue policial.
El ambiente estaba mas tenso que otras veces.
Tal vez por eso no se ven chicos en las calles. Tal vez por cuidado, la gente los ha dejado en sus casas.
Quince minutos antes del mediodía, las dos columnas más alejadas del puente empiezan a marchar para confluir en él. Un helicóptero sobrevuela el área, mientras abajo crecen en número efectivos de la Policía Bonaerense y la Prefectura Nacional.
Lo imprevisto sucede apenas la gente llega al lugar del corte.
Con el grupo de manifestantes de la Verón delante (justo en la bajada del Pueyrredón) y otro detrás (los de la Plaza Alsina, que iban caminando por la avenida Mitre), la Infantería arma un cordón policial en el medio. Esa línea de uniformados queda parada, atravesando la calle, hasta que tiene a las dos columnas a diez centímetros de distancia.
Hubo asombro de que aquel cordón policial no viera la columna que venía por la espalda.
Cuando policías y piqueteros están cara a cara empiezan los empujones, los forcejeos, las trompadas.
Al principio es el humo. Los gases lacrimógenos, que técnicamente están indicados para dispersar a las personas que están a 50 o 100 metros de distancia, esta fueron usados contra las personas que pacíficamente manifestaban sus descontentos sociales.
La gente sale corriendo por Pavón mientras la Infantería avanza. Hombres enfundados en uniformes azules, protegidos por chalecos antibalas, refugiados por cascos especiales, custodiados por amplios escudos, empujan, acorralan, atropellan, golpean.
En cada esquina, choques todavía más violentos entre uniformados enardecidos contra piqueteros y piqueteros y piqueteras que tratan de huir como pueden.
Gritos y sirenas, súplicas y disparos.
En un momento ya no se usan gases para disuadir.
Entonces, se comienzan a escuchar sólo itakazos.
La confrontación es desigual: gomeras contra nueve milímetros.
“Cacería en la ciudad, no hay refugio donde estar”
Maximiliano, es herido en la calle, en la vereda donde termina el hipermercado Carrefour.
- “Me dio la yuta, me quema, llevame”- implora.
Un compañero lo carga y le ayuda a llegar hasta la estación de Avellaneda. Mucha gente corre hacia el mismo destino con la idea de escapar en tren. La policía todavía está varias cuadra detrás, con tiradores disparando desde arriba de las camionetas en marcha.
Quién carga a Maxi lo lleva al hall de la estación de trenes de Avellaneda y lo sienta.
En ese momento, llega Darío, el de la gorra blanca, se acerca y trata de reanimarlo.
Una mujer muy descompuesta, tirada en el piso, vestida con pulóver rojo, parece convulsionar. Le falta el aire, le cuesta respirar. Varios piqueteros la auxilian, piden por una ambulancia.
Darío grita desesperado que se vayan, que rajen, que él se queda. Sabía que la policía estaba cerca. Calle abajo crecía la nube de gases lacrimógenos.
La policía irrumpe en la estación disparando.
Las imágenes que siguen están grabadas en la memoria: el perfil del oficial, la gorra y la Itaka alineadas apuntando hacia la espalda de Darío mientras auxilia a Maxi.
Darío levantando las manos y pidiendo que no disparen.
Darío corriendo hacia el fondo de la estación tratando de defender su vida.
Darío herido en la espalda.
Las fotos se reproducen en todos los medios.
Maximiliano, desplomado en el hall de la estación de trenes de Avellaneda, brazos abiertos en cruz, la cabeza golpeada y las piernas en alto.
Darío en el piso, caído junto a una columna, en un patio interno que comunica con los andenes en altura, cercano a un kiosco de diarios, empapado en un charco de sangre.
Darío arrastrado por dos agentes hasta la vereda exterior, mientras se iba desangrando por el impacto que le perforó la cintura.
Una crónica periodistica indica: “los dos muertos llegaron al Hospital Fiorito sin documentos, con inocultables heridas de bala. Uno con un disparo en la espalda, a la altura del glúteo. ‘Un chico muy joven, describió la médica que lo recibió en la guardia. El otro con un balazo en el pecho. No hubo nada que hacer, los dos llegaron al centro de salud sin vida. Los familiares reconocieron los cuerpos varias horas más tarde: Darío Santillán, de 21 años, y Maximiliano Kosteki, de 25. Ambos pertenecían a la Coordinadora de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón.
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Siempre me conmueve recordar esto espisodio. A pesar de resultarme tan conocido, y de ser tan publica, notoria y tristemente celebres, no deja de congelarseme la sangre cada vez que lo leo, lo escucho, lo pienso. Esta vez, a esa cascada de sensaciones, se le suma la de sentir contenidas ganas de llorar. Entiendo que es el ponerme en los zapatos de sus protagonistas, algo que inevitablemente ocurriria a cada cual que fuese capaz de segregar sus fobias y denostaciones clasistas, porque ponerse en el lugar del indefenso es lo que la logica del pensamiento que atraviese esta sociedad exige, y maximiliano y dario son el incono del desprotegido, del que en abrumadora desigualdad de condiciones se pone frente a quien con arbitrariedad y absolutez hace uso del poder que se le ha dado, que quien esta frente a el le ha dado desde tiempos inmemoriales ("Aunque no sepa leer, no se sepa hablar, el es el que te brinda la seguridad, y asi lo tienes que respetar porque el representa nuestra autoridad", Molotov, Hit me gimme tha power). Una leccion que jamas debemos olvidar, para tener presente a quienes caen luchando por intereses que los exceden, sin vocacion de ser martires pero que acaban siendolo para obligarnos como sociedad a, cuanto menos, reivindicar sus causas
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