CRITICA PENAL


Bienvenid@s al primer programa de radio para pensar y discutir el sistema penal.

Producido por docentes universitarios, alumnos y periodistas, pretende ser un espacio abierto a la participación colectiva.

Todos los Jueves de 21 a 23hs, por FM 88.7 de la Azotea, Mar del Plata, Argentina
- www.radiodelaazotea.com.ar -

Escribinos a criticapenal@gmail


martes, 4 de mayo de 2010

Editorial del Cuarto Programa: Sistema Judicial.


Saco y corbata los hombres. Los más formales chalecos, gemelos y un pañuelo de seda asomando. Las mujeres tálleur. Tacos altos y perfume importado.
Caminan apurados, portando maletines o carpetas, mientras inclinan la cabeza y hablan por sus diminutos celulares apoyados sobre sus hombros, dialogando en clave secreta con socios o contrapartes. En ocasiones van acompañados de sus clientes, que trasladan simulando ser guías turísticas por el mítico edificio.
En los bares y cafés de la zona, que tienen nombres de diosas griegas de la justicia o de expresiones en latín utilizadas en el derecho, se preparan testigos para las audiencias, se diseñan estrategias de litigación sobre una servilleta o simplemente se espera la suerte de un veredicto que cambiará para siempre una vida.
Subir los escalones que elevan la estructura sobre el nivel del mar, puede ser un ejercicio deportivo o el ascenso a un mundo encriptado por códigos y leyes, por plazos y vencimientos, y sobre todo por un mapa plagado de recovecos y de misterios.
El cubismo judicial caracteriza una arquitectura rígida e inflexible, con sus columnas erigidas como pilares de la ley.
La insignia que distingue una dependencia judicial de cualquier otro edificio aparece enclavada en la puerta de ingreso: la placa de bronce del Poder Judicial, la bandera celeste y blanca a su costado y un agente policial sentado junto a una pequeña mesita decorada sólo con una radio portátil. Un mostrador de informes brinda las explicaciones para ingresar al laberinto judicial.
¿El “palacio” de tribunales, recibirá ese nombre por su monumental arquitectura, que ocupa una manzana céntrica de la ciudad de Buenos Aires o por la pretensión de ser reyes de sus más distinguidos ocupantes?
Los profanos, ajenos a ese micromundo, invitados ocasionales a ese universo, descubren dos tipos de ascensores. Uno para magistrados y otro para comunes mortales. Los elfos por un lado, los hobbits por el otro.
Los juzgados de primera instancia, están comandados por un juez. El cargo que sigue en esa jerarquía, vertical, cuasi militar es el de Secretario, coordinando la actividad de los empleados, firmando debajo del “ante mi” de las resoluciones judiciales. El Oficial Mayor controlando las firmas en cada expediente de Su Señoría. El Oficial Primero notificando. El Auxiliar Segundo comunicando. El Auxiliar Cuarto registrando. Todos ellos, proyectando resoluciones, en un esquema que los propios operadores califican “delegación de funciones”. Por fuera de la estructura formal, el “meritorio” o “practicante”, el último grado de la jerarquía, el primer paso de la carrera judicial, estudiante de derecho transformado en soldado raso que atiende en la trinchera de las mesas de entradas.
Si el Tribunal es el Templo, la Sala de Audiencias es la mesa de juego que se rige por el procedimiento que regula el litigio.
Pero esa Sala de Audiencias tiene una arquitectura predefinida en clave de Poder.
Es la microfísica del Poder la que permite explicar la presencia del crucifijo en el centro de la escena. El cuerpo de Cristo sobre el cuerpo del juez, sitúa a los justiciables ante dos justicias simultáneas: la divina y la humana, en la que una domina a la otra.
Es la subordinación al Poder la que justifica la mano abierta frente a una Biblia sagrada en la ceremonia del testigo que jura decir la verdad, sólo la verdad.
Es la dominación del Poder la que permite entender que el estrado judicial esté elevado sobre el resto de los mortales: la Justicia se aleja de los hombres elevándose sobre sus ojos para dominarlos de mejor modo.
Y entonces, la estética del juicio. La construcción de una ficción que reconstruye un drama. Todo juicio oral tiene múltiples analogías con la representación teatral: la elevación del telón con el anuncio del ingreso de los miembros del tribunal; las solemnidades que rigen la escena, desde el estratégico lugar asignado a cada actor; la identificación de un héroe o un villano, con el interrogatorio inicial al imputado; la confrontación espectacular entre los abogados, las palabras como armas de ese ritual como relevación dinámica; la tensión que se respira en el ambiente, la atención del público en las miradas, en los gestos; Y los jueces, adoptando una postura como de goce escénico, inclinados hacia un lado del birrete, apoyando los brazos sobre la mesa; observando la escena sobre sus lentes.
En definitiva, un código normativo que dramatiza el derecho y transforma en una opción ética y moral, una posición política y una opción ideológica, lo que se conoce como “justicia”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario